Citas de Helen Rowland
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La locura de un hombre es la esposa de otro hombre.

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Un hombre puede acostumbrarse tanto a la idea de sus propias fallas que comenzará a valorarlas como pequeñas y encantadoras 'características personales'.

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Los celos son el lazo que ata, ata y ata.

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Es más fácil mantener media docena de amantes adivinando que quedarse con un amante que ha dejado de adivinar.

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La variedad es la especia del amor.

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Las locuras que un hombre más lamenta en su vida son las que no cometió cuando tuvo la oportunidad.

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Cuando un hombre convierte a una mujer en su esposa, este es el mayor cumplido que puede hacerle y, generalmente, el último.

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¿Por qué un hombre toma por sentado que una chica que coquetea con él quiera que la bese, cuando, nueve veces de diez, ella sólo quiere que desee besarla?

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Mujer: la piqueta en la que el ingenioso cuelga su broma, el predicador su texto, el cínico su malhumor y el pecador su justificación.

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Lo que un hombre llama su 'conciencia' es simplemente la acción mental que sigue a una reacción sentimental después de mucho vino o amor.

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Hay solamente dos clases de hombres; los muertos y los mortalmente peligrosos.

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Un tonto y su dinero son cortejados pronto.

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Hoy en día el amor es cuestión de azar, el matrimonio cuestión de dinero, y el divorcio cuestión de tiempo.

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Una mujer sabia pone un grano de azúcar en todo lo que ella le dice a un hombre y toma un grano de sal con todo lo que él le dice a ella.

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Todo hombre quiere una mujer para atraer a su mejor lado, sus instintos más nobles y su naturaleza más elevada — y otra mujer para que lo ayude a olvidarlos.

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Entre los amantes una pequeña confesión es algo peligroso.

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Para ser feliz con un hombre debes entenderlo mucho y amarlo un poco. Para ser feliz con una mujer debes amarla mucho y no intentar entenderla en absoluto.

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Enamorarse consiste simplemente en descorchar la imaginación y embotellar el sentido común.

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De alguna manera en el amor, el corazón del hombre siempre se encuentra excediendo los límites de velocidad o aparcando en el sitio incorrecto.

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La vida empieza a los 40, pero también los arcos caídos, el reumatismo, la visión defectuosa y la tendencia a contar una historia tres o cuatro veces a la misma persona.

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