Citas de Charles Spurgeon
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Un buen carácter es la mejor lápida. Aquellos que te amaron y a quienes tú ayudaste te recordarán cuando las flores se hayan marchitado. Talla tu nombre en los corazones, no en el mármol.
La sabiduría es el uso correcto del conocimiento. Saber no es ser sabio. Muchos hombres saben mucho, y por eso son más tontos. No existe tonto tan tonto como el tonto que sabe. Pero saber usar el conocimiento es tener la sabiduría.
A pesar de lo débiles que somos, a pesar de lo pobres, de nuestra poca fe, o de lo pequeño que pueda ser nuestra gracia, nuestros nombres están escritos todavía en Su corazón. Tampoco tendremos que perder nuestra participación en el amor de Jesús.
Es la reflexión más encantadora pensar que, si llego hasta el trono de Dios orando, puedo sentir miles de defectos, pero todavía hay esperanza. Generalmente me siento menos satisfecho con mis oraciones que con cualquier otra cosa que haga.
Podemos tener comunión con Dios en el secreto de nuestro corazón y darse cuenta que él es para nosotros como un pequeño santuario.
Creo que es algo mejor que dar gracias: dar vida. ¿Cómo es puede lograr esto? Por medio de una alegría general de manera, por una obediencia a la orden de El por Cuya misericordia vivimos, por un perpetuo y constante placer de estar nosotros mismos con el Señor y por una entrega de nuestros deseos a Su voluntad.
Pocos hombres se atreverían a leer su propia autobiografía si todas sus acciones fueran registradas en ella; pocos pueden recordar toda su carrera sin rubor.
Cuando contamos la historia de nuestra conversión, la hubiera hecho con gran tristeza, recordando lo que antes fuimos y con gran alegría y gratitud, recordando lo poco que merecemos estas cosas.
Si en la oración me encuentro ante el trono de la gracia, las faltas de mi oración serán pasadas por alto.
Sin embargo grande puede ser el trabajo para el cual somos responsables, siempre haremos bien si pausamos para pasar tiempo en alabanza sagrada.
Deseo seguir adelante para la dirección a mi amo en todas las cosas; pero en cuanto a confiar en mi propia obediencia y rectitud, debo ser peor que un tonto y diez veces peor que un loco.
Si alguno de ustedes me pide un paradigma de la religión cristiana, debo decir que es una palabra — oración. Vive y muere sin oración, y orarás lo suficiente al llegar al infierno.
En la oración, estamos donde arco de Ángeles con las caras veladas. Allí, allí, los querubines y serafines adoran ante ese trono precisamente para que nuestras oraciones asciendan. ¿Y vamos vamos allí con peticiones atrofiadas y fe estrecha, contratada?
Creo que nada ocurre separado del decreto y de la determinación divina. Nunca seremos capaces de escapar de la doctrina de la predestinación divina, la doctrina de que Dios ha preordenado a algunas personas para la vida eterna.