Citas de Charles Caleb Colton
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Los tiranos aun no han descubierto cadenas algunas que puedan encadenar a la mente.

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La intolerancia asesina a la religión asustando a los tontos con sus espíritus.

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Existen tres modos de soportar los males de la vida, por indiferencia, por filosofía, y por religión.

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La amistad, en si misma un lazo sagrado, se hace más sagrada por la adversidad.

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Él que estudia los libros solo sabrá cómo deberían ser las cosas, y él que estudia a los hombres sabrá cómo son.

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Nuestra admiración por la buena escritura siempre será proporcional a su dificultad real y a su aparente facilidad.

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El que es bueno, infaliblemente será mejor, y el que es malo, ciertamente será peor; por el vicio, la virtud y el tiempo son tres cosas que nunca se detienen.

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Los exámenes son formidables incluso para los mejores preparados, porque el más tonto puede preguntar más que lo que el hombre más sabio puede responder.

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Nada desconcierta más a alguien lleno de engaños e hipocresías, que alguien recto e íntegro.

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Los tiempos de gran calamidad y confusión han sido productivas para las mentes más grandes. El mineral más puro se produce en el horno más caliente. El relámpago más brillante se produce desde la más oscura tormenta.

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Nadie es tan aficionado a los secretos como aquellos que no los guardan.

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Hay algunos fraudes tan bien realizados que sería una estupidez no ser engañados por ellos.

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Muchos dicen la verdad cuando dicen que desprecian las riquezas, pero quieren decir las riquezas poseídas por otros.

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La avaricia ha arruinado más almas que la extravagancia.

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Junto a la adquisición de buenos amigos, la mejor adquisición es la de buenos libros.

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Atreverse a vivir solo es el más raro de los corajes; ya que hay muchos que preferirían enfrentarse a su más amargo enemigo en el campo que a su corazón en su armario.

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Las señoras de la moda se mueren de hambre de su felicidad para alimentar su vanidad y de su amor por alimentar su orgullo.

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Si quieres ser conocido y no conocer, asiéntate en un pueblo pequeño; si quieres conocer y no ser conocido, vive en una ciudad.

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Para conocer a un hombre, observa cómo gana su objeto, en vez de cómo lo pierde; ya que cuando fallamos, nuestro orgullo nos apoya, cuando tenemos éxito, nos traiciona.

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En la religión como en la política resulta que tenemos menos caridad para aquellos que creen la mitad de nuestro credo que para los que niegan la totalidad de él.

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