Citas de Robert Green Ingersoll
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La sospecha es solo otra forma de cobardía. El que sospecha constantemente lo hace porque tiene miedo. Si encuentras a una persona de naturaleza libre, franca, generosa y valiente, descubrirás que está libre de sospechas.
Puede que exista otra vida, y si existe, la mejor manera de prepararse para ella es haciendo feliz a alguien en esta.
Para apreciar a un gran hombre, debemos conocer su entorno. Debemos entender el alcance del drama en el que participó — el papel que tuvo — y también debemos conocer su audiencia.
Espero que exista otra vida, pues me gustaría ver como serán las cosas en este mundo cuando esté muerto.
Un hecho nunca entró en sociedad con un milagro. La verdad desprecia la ayuda de las maravillas. Un hecho se ajusta a cualquier otro hecho en el universo, y es cómo puedes diferenciar si es o no es un hecho. Una mentira no cabe en nada más que otra mentira.
No creo que nada venga por casualidad. Considero el presente un hijo necesario de un pasado necesario.
Simplemente digo que las ideas que yo tengo, tengo derecho de expresar; y que cualquier hombre que me niega ese derecho es un asaltante y ladrón intelectual.
Siempre ha sido y por siempre será imposible que la esclavitud o cualquier tipo o forma de injusticia produzca un gran poeta.
Walt Whitman defendió lo sagrado del amor, la pureza de la pasión — la pasión que construye todas las casas y llena el mundo con arte y canto.
El gran hombre que da una verdadera transcripción de su mente fascina e instruye. La mayoría de los escritores suprimen la individualidad. Desean complacer al público.
En cada época en la que se han producido libros, la clase gobernante, la respetable, se ha opuesto a las obras de los verdaderos genios.
En Francia, las personas eran el deporte de los caprichos de un rey. En todas partes estaba la sombra de la Bastilla. Cayó sobre el campo más soleado, sobre el hogar más feliz.
Si los guardianes de la sociedad, los protectores de los jóvenes, pudieran haber tenido su camino, no nos hubiéramos enterado nada de Byron o Shelley. Las voces que emocionan al mundo ahora serían silenciosas.
Los grandes poetas se han solidarizado con el pueblo. Han pronunciado, en todos los tiempos, el grito humano. No fueron comprados con oro, ni se casaron con el poder, y levantaron en alto la antorcha que ilumina el mundo.
Quien se niega a ceder, quien no puede ser sobornado por la promesa del éxito o el miedo al fracaso, quien camina por la carretera de la derecha y en medio del desastre sigue parado erecto, es el único vencedor.
Muchos estadounidenses no entienden que los funcionarios del gobierno simplemente son los servidores del pueblo.
