Citas de Oliver Wendell Holmes
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Los hombres no dejan de jugar porque envejecen; envejecen porque dejan de jugar.

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Una mujer nunca olvida su sexo. Ella más bien prefiere hablar con un hombre que con un ángel, cualquier día.

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No dejamos de jugar porque envejecemos, envejecemos porque dejamos de jugar.

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¿No te quedas en casa a la noche? ¿No te gusta un asiento amortiguado en una esquina, junto a la chimenea, con tus zapatillas en los pies?

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Crecer debemos, si superamos todo lo que nos ama.

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El idioma es la sangre del alma hacia la cual los pensamientos corren y de la cual crecen.

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Las personas que honestamente quieren ser auténticas se contradicen a sí mismas mucho menos que los que intentan ser "consistentes".

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Que no te quite tu sentido común el especialista, dos a uno que es un pedante.

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Chicago suena áspero al preparador del verso. Una comodidad que tenemos — Cincinnati suena peor.

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El hombre que siempre se está preocupando sobre si su alma será condenada o no, por lo general tiene un alma que no vale un comino.

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El sonido de un beso no es tan fuerte como el de un cañón, pero su eco dura muchísimo más.

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Sin usar ninguna máscara de la que estemos conscientes, tenemos una cara especial para cada amigo.

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No hay ningún amigo como un viejo amigo que ha compartido nuestros días por la mañana, ningún saludo como su bienvenida, ningún homenaje como su alabanza.

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El amén de la naturaleza es siempre una flor.

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El joven conoce las reglas, pero el viejo conoce las excepciones.

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Me parece que lo grandioso de este mundo no es tanto dónde estamos parados, es decir, hacia qué dirección nos movemos: para alcanzar el puerto del cielo, debemos navegar a veces según viento y a veces en contra de él, pero debemos navegar y no andar sin rumbo, ni echar el ancla.

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El amor es la llave maestra que abre las puertas de la felicidad, del odio, de los celos y, con más facilidad que nada, el portón del miedo.

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Donde amamos es el hogar — hogar que nuestros pies pueden abandonar, pero no nuestros corazones.

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