Citas de Ignacio de Loyola
No deberíamos tener poco respeto por los regalos de Dios, aunque podríamos y deberíamos despreciar nuestras propias imperfecciones.
Trata de mantener tu alma siempre en paz y en tranquilidad, siempre lista para lo que nuestro Señor quiera trabajar en ti. Sin duda es una gran virtud del alma, y una mayor gracia, ser capaz de disfrutar al Señor en distintos momentos y en diferentes lugares y no solamente en uno.
Sé lento para hablar y solo después de haber escuchado primero tranquilamente, para que entiendas el significado, inclinaciones y deseos de los que hablan. Así sabrás mejor cuándo hablar y cuándo callar.
Sobre todo, recuerda que Dios busca virtudes sólidas en nosotros, como la paciencia, humildad, obediencia, abnegación a tu propia voluntad, o sea, la buena voluntad para servirle a Él y a nuestro prójimo en Él. Su providencia nos permite otras devociones sólo en la medida en que Él considere que son útiles para nosotros.
Para aquellos que aman, nada es demasiado difícil, especialmente cuando se hace por el amor de nuestro Señor Jesucristo.
Ocúpese en observar y lamentar sus propias imperfecciones, en lugar de contemplar las imperfecciones de los demás.
Agrademos a Cristo, nuestro Señor, para que nos conceda la verdadera humildad y la abnegación de la voluntad y del razonamiento, para que podamos merecer el empezar a ser sus discípulos.
No es el alma sola la que debe ser saludable; si la mente está sana en un cuerpo sano, todo será saludable y mucho mejor preparado para dar el mayor servicio de Dios.
Es apropiado pedir pena con Cristo en pena, angustia con Cristo en angustia, lágrimas y profundo dolor debido a la gran aflicción que Cristo aguanta por mí.
Que la gracia perfecta y el amor eterno de Cristo nuestro Señor sea nuestra infalible protección y ayuda.
Recuerda que los ángeles buenos hacen lo que pueden para preservar a los hombres del pecado y obtener el honor de Dios. Pero no pierden el valor cuando los hombres fallan.
Sobre el duro trato del cuerpo por el amor de nuestro Señor, en mi opinión, evita cualquier cosa que pueda causar el derramamiento de una gota de sangre.
Una cosa es ser elocuente y encantador en el discurso profano, y otra cosa es serlo cuando se habla como un religioso.
Recuerde que el ejercicio corporal, cuando esta bien orientado, como ya lo he dicho, es también oración por medio de la cual usted puede agradar a Dios nuestro Señor.