Citas de Eric Hoffer
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Muchas de las ideas del santo se derivan de sus experiencia como pecadores.

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Mentimos con más fuerza cuando nos mentimos a nosotros mismos.

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Nos sentimos libres cuando escapamos — incluso si nada más es de Guatemala a Guatepeor.

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Los hechos son contrarrevolucionarios.

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Los niños son las llaves del paraíso.

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Todos tenemos malestares privados. Los alborotadores son los que necesitan curas públicas para sus malestares privados.

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Una de las características de una sociedad verdaderamente vigorosa es la capacidad de prescindir de la pasión como una partera en acción — la capacidad de pasar directamente del pensamiento a la acción.

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La única manera de predecir el futuro es tener el poder necesario como para dar forma al futuro.

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No hay soledad mayor que la soledad de un fracaso. El fracaso es un extraño en su propio hogar.

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Nuestro sentido de poder se aviva cuando le rompemos el espíritu a un hombre en lugar de ganarnos su corazón.

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Probablemente hay un elemento de malicia en nuestra disposición a sobreestimar a las personas — por así decirlo, nosotros mismos disfrutamos del placer de poder recortalos luego a su medida real.

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Somos más propensos a generalizar al mal que al bien. Suponemos que el mal es más potente y contagioso.

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En tiempos de cambio los estudiantes heredarán la tierra; mientras que los eruditos se encontrarán hermosamente equipados para lidiar con un mundo inexistente.

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Es la conciencia de deseos incumplidos la cual le da a una nación la sensación de que tiene una misión y un destino.

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Cuando trazas el origen de una habilidad o práctica que jugó un papel crucial en el ascenso del hombre, generalmente alcanzamos el terreno del juego.

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El comienzo del pensamiento es en desacuerdo — no sólo con otros sino con nosotros mismos.

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Tenemos rudimentos de reverencia para el cuerpo humano, pero la violación de la mente humana no vale nada.

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Una minoría disidente se siente libre únicamente cuando puede imponer su voluntad sobre la mayoría: lo que más abomina es el desacuerdo de la mayoría.

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El deseo, no la posesión, es la madre de una dádiva imprudente de uno mismo.

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No habría sociedad si la convivencia dependiera de entendernos unos a otros.

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