Citas de E. B. White
El crítico deja caer la cortina en el inicio de la revisión, él apenas vio la pieza para empezar a revisarla.
Solo necesitamos a un meteorólogo que por lo menos una vez se haya empapado completamente sin enfermarse. Nadie, que camina doblado durante los días mojados, puede escribir a sabiendas sobre el clima.
Me levanto por la mañana debatiéndome entre un deseo de mejorar el mundo y un deseo de disfrutar el mundo. Esto hace difícil planificar el día.
La democracia es la recurrente sospecha de que más de la mitad de las personas están bien más de la mitad del tiempo.
El uso del inglés a veces es más que un simple gusto, juicio y educación — a veces es pura suerte, como cruzar la calle.
Es más fácil para un hombre ser fiel a su club que a su planeta; los estatutos son más cortos, y él personalmente conoce a los otros miembros.
La organización mundial debate el desarme en una habitación y, en la habitación de al lado, se mueve a los caballeros y peones que hacen imperativas las armas nacionales.
El terror de la edad atómica no es la violencia del nuevo poder, sino la velocidad de ajuste del hombre a éste, la velocidad de su aceptación.
Las comas en la revista New Yorker caen con la precisión de los cuchillos en un acto de circo, trazando el perfil de la víctima.
No hay nada que tenga más probabilidades de iniciar un desacuerdo, entre personas o países, que un acuerdo.
El problema con el sistema de beneficios siempre ha sido que es muy poco beneficioso para la mayoría de las personas.
Independientemente de cualquier otra cosa que un estadounidense crea o no crea de sí mismo, está absolutamente seguro de que tiene un sentido del humor.
No hay ningún límite a lo complicado que pueden ponerse las cosas, debido a que una cosas siempre está conduciendo a otra.
La vejez es un problema especial para mí porque nunca he podido deshacerme de la imagen mental que tengo de mí mismo — un muchacho de unos 19 años.
Todos deberíamos hacer lo que, a la larga, nos da alegría, incluso si sólo se trata de estar recogiendo uvas o separando la ropa de la colada.
Sólo puedo suponer que el editorialista se tropezó con la primera enmienda y creyó que era el gato de la oficina.