Citas de Bertrand Russell
Adquirir inmunidad frente a la elocuencia es de suma importancia para los ciudadanos de una democracia.
El verdadero espíritu del deleite, la exaltación, la sensación de ser más que hombre, que es la piedra de toque de la más alta excelencia, debe ser encontrada en las matemáticas tanto como en la poesía.
Tanto en el pensamiento como en el sentimiento, a pesar de que el tiempo sea real, darse cuenta de la insignificancia del tiempo es la puerta de la sabiduría.
El hombre necesita, para su felicidad, no sólo el disfrute de esto o aquello, pero esperanza y empuje y cambio.
El desgraciado cobarde cuya mano y corazón puede llevar a la tortura nada más abajo, es siempre el primero codorniz y iniciar desde el dolor más leve o enemigo igual.
Uno de los síntomas de un inminente ataque de nervios es la creencia de que el trabajo de uno es terriblemente importante.
La matemática se puede definir como la materia en la cual que nunca sabemos de qué estamos hablando ni si lo que estamos diciendo es cierto.
Los defensores del capitalismo son muy aptos para apelar a los sagrados principios de libertad, que se incorporan en una máxima: los afortunados no deben ser refrenados en el ejercicio de la tiranía sobre los desafortunados.
Creo en las palabras, no en los puños. Creo en mi indignación al conocer personas que viven en cajas en la calle. Creo en la honestidad. Creo en un buen momento. Creo en la buena comida. Creo en el sexo.
Los que olvidan el bien y el mal y buscan solamente conocer los hechos tienen más probabilidades de alcanzar el bien que los que ven el mundo a través de la distorsión de sus propios deseos.
El desprecio de la felicidad suele ser desprecio por la felicidad de otras personas y es un disfraz elegante para el odio de la raza humana.
Se ha dicho que el hombre es un animal racional. Toda mi vida he estado buscando pruebas que apoyen esto.
Un sentido del deber es útil en el trabajo pero ofensivo en las relaciones personales. La gente desea gustarle a la gente, no ser aguantada con paciente resignación.
No hay que preocuparse solo por el tamaño. No necesariamente respetamos más a un hombre gordo que a uno delgado. Sir Isaac Newton era mucho más pequeño que un hipopótamo, pero no por ello lo valoramos menos.
Aquellos que nunca han conocido la profunda intimidad y el compañerismo intenso del amor mutuo han perdido lo mejor que la vida tiene para dar.