Citas de Elisabeth Kubler-Ross
En cuanto al servicio, puede tomar la forma de 1 millón de cosas. Para dar servicio, no tienes que ser un médico trabajando en los barrios bajos gratis ni convertirte en un trabajador social. Tu posición en la vida y lo que haces no importa tanto como la forma en que lo haces.
Ver la muerte pacífica de un ser humano nos recuerda a una estrella fugaz; una entre un millón de luces en un enorme cielo que se enciende por tan sólo un breve momento, para luego desaparecer en la noche infinita para siempre.
Es inconcebible para nuestro inconsciente imaginar un final real de nuestra vida aquí en la tierra, y si esta vida nuestra tiene que acabar, el final se atribuye siempre a una intervención maliciosa desde el exterior por parte de alguien más.
Después de la muerte la gente se siente completa otra vez. Los ciegos pueden ver, los sordos pueden oír, los discapacitados ya no son discapacitados después de que todos sus signos vitales han dejado de existir.
Si la gente estuviera en contacto con sus espíritus, serían capaces de sanar, física y emocionalmente.
La muerte está mirando fijamente al sol ardiente y al alivio de entrar en un cuarto fresco y oscuro.
En el momento no me di cuenta por completo, pero la meta de mi vida fue profundamente moldeada por esta experiencia, ayudar a producir, en la próxima generación, mas Madres Teresas y menos Hitlers.
Para aquellos que buscan entenderla, la muerte es una fuerza altamente creativa. Los valores espirituales más altos de la vida pueden originarse del pensamiento y el estudio de la muerte.
Morir es algo que los seres humanos hacemos continuamente, no sólo al final de nuestra vida física en esta tierra.
Siempre digo que la muerte puede ser una de las experiencias más grandiosas. Si vives cada día de tu vida correctamente, entonces no tienes nada que temer.
Conscientemente o no, estamos en una búsqueda de respuestas, tratando de aprender las lecciones de la vida. Luchamos con el miedo y la culpa.Buscamos significado, amor y poder. Tratamos de entender el miedo, la pérdida y el tiempo. Buscamos descubrir quiénes somos y cómo podemos llegar a ser verdaderamente felices.
La última lección que tenemos que aprender todos es del amor incondicional, que incluye no sólo a otros sino nosotros mismos también.
Aquellos que tienen la fuerza y el amor para sentarse con un paciente moribundo en el silencio que va más allá de las palabras sabrán que este momento no es ni temible ni doloroso, sino un cese tranquilo del funcionamiento del cuerpo.
Más allá de cualquier sombra de duda yo sé que no existe la muerte cómo la comprendimos. El cuerpo se muere, pero el alma no.